lunes, 12 de noviembre de 2012

Allá es la hacienda... aquí el gobierno.

Arturo Tecuatl

Esta bellísima estampa, de hacendado (el catrín de la chaqueta clara), capataz, (el otro catrín) y tlachiqueros, tomada hace muchos años allá por el rumbo de Muñoz, en la falda de la Malinche, nos ilustra la pretendida instauración de régimen piramidal de las haciendas en el Tlaxcala de hoy, donde esas variantes de feudalismo, tuvieron un éxito extraordinario, mientras los pobres reprimieron sus legítimos deseos de aspirar a un patrimonio.

El gobernador, Mariano González Zarur, pertenece a una dinastía de hacendados. Es uno de los pocos propietarios de hatos de ganado bravo, "La Soledad", famosa en el medio taurino por la bravura de sus animales, y también por el temperamento de su dueño.

Poca ha sido la ayuda aportada por dicho temperamento. Tal vez es efectiva en el ámbito de su feudo, donde hace falta un patrón muy diablo para hacer de los negocios la constante que asegure bonanza y del trato rasposo a los peones, la vigencia de la humillación ante el todopoderoso.

En el rancho hay que tener una nómina ligera, hay que mantener constantemente al trabajador con la amenaza de despedirlo. Vieran ustedes qué buen resultado da.

En el rancho no hay derechos laborales; la permanencia depende de tener contento al patrón. Bueno, en esos tiempos retratados tan magistralmente en la foto histórica que le presento, conozco testimonios de familias dispuestas a ofrendar la virginidad de sus hijas con tal de mantener contento al amo.

Qué duro la deben haber pasado muchos paisanos nuestros, alejados de las ciudades, del progreso, y hasta habituados a esa indigna forma de subsistencia.

Entre ese sistema de vida y el ejercicio del poder tras una elección constitucional hay una amplia brecha.

González Zarur, por consecuencia, debe abrir los ojos a la realidad que le ha tocado vivir como autoridad.

Veo que se la ha dificultado establecer los parámetros entre uno y otro ámbitos.

Y a sus colaboradores les da trato de subordinados, así los llama. No reconoce en ellos las capacidades que les permitieron ascender a los puestos estratégicos. En realidad los ve como peones suyos en el gran rancho que por fin ha podido conseguir, apoyado por las siglas de un partido político y el involucramiento de gentes y grupos, gracias a los cuales ha podido realizar su sueño, pospuesto en al menos dos oportunidades.

Colaboradores suyos me han llegado a expresar un raro desencanto porque su patrón dejó hace unos años de tener aquél carácter aún más explosivo y violento que hoy. Para ellos, Mariano llegó veinte o veinticinco años después de su mejor momento.

¿Y ese era un buen momento?, ¿la violencia como tarjeta de presentación?

Un sujeto violento, con poder puede convertirse en una amenaza social.

Es más, hay las evidencia que me permiten lamentar a esa amenaza social como una realidad y no una posibilidad.

En un entorno con protagonistas cada día más preparados, donde la cosa científica ha sustituido a la cosa emocional, personajes como Mariano González, deberían reorientar su espíritu forjado en los corrales de su hacienda.

Es tiempo de prepararse, nunca es tarde.

De envolver su genio en una mente dispuesta y escuchar a las voces que difícilmente se expresan, debido al miedo que le tienen.

Así, su gobierno no podrá aspirar a ser el mejor.

Debe aceptar que hoy, cualquier servidor público, seleccionado al azahar, puede tener un mejor grado académico que él. Por tanto, no es ni se siente inferior. No es un peón. No le ofrendará la virginidad de su hija para que le permita conservar el trabajo. No, hoy Mariano trata con profesionistas, posgraduados muchos de ellos.

La revolución le ha llegado tarde.

Pero aún puede, porque no ha dejado el poder, corregir el rumbo.

Nunca es tarde.

Menos si se trata de reconocer sus valores, sus reales valores a las personas que, espontáneamente lo hay secundado.

Es su última oportunidad.

Con su partido, el PRI, se agrandó la brecha del distanciamiento. En un irreversible proceso, será despojado del poder con esas siglas.

Dicen que es una voluntad superior a él.

¿Quién le queda?

Esos a los que malamente llama subordinados, y los maltrata, y les infunde el miedo de quien no desea aceptarse inferior.

Hacer un alto. Evaluarse. Ser autocrítico es el seguro de vida para posponer su inmolación.

Que triste morir políticamente porque no se fue capaz de contener la ira, la soberbia, adquiridas, le decía, en los corrales de esa bella hacienda, donde retozan los becerros, donde impresionan los sementales bravos.

Allá es la hacienda.

Aquí, es el gobierno.

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