viernes, 16 de noviembre de 2012

De regreso a la miseria: despidos, pésima administración, ¿en manos de quién estamos?

Ya no hay luchadoras como Natalia Teniza, su heredera Rosalía se volvió tan rica como los terratenientes a los que combatía.

Arturo Tecuatl

Qué tiempos aquellos, verdad, cuando el director de Tránsito hacía favores personales a sus cuates, y también la hacía de chofer del gobernador en turno, y este nada más necesitaba de su tesorero y un secretario para llevar las riendas del estado.

Lo podemos constatar en esta bella imagen de la década de 1930. Sobraba espacio y faltaba gente. ¿Quién diría que al paso de los años la entidad iba a crecer tanto, a más de un millón de habitantes, una locura para esos tiempos.

Hoy, en pleno siglo XXI la consigna alienta lo retro. Vaciar las oficinas, concentrar las responsabilidades en una sola voluntad, todopoderosa, sin cuyo consentimiento ningún programa es y ninguna gente puede, por calificada que sea.

Regresar a los tiempos de la simpleza, pero con más de un millón de habitantes.

Eso es una locura. Nada más una mente torcida o de mala voluntad lo podría entender de ese modo. Cientos de miles de causantes también son clientes de los negocios del Estado. Necesitan quien cuente y guarde el dinero de sus contribuciones. Quieren buena policía, mejores calles, condiciones que alienten la riqueza.

Pero se topan con una visión retrógrada. Con la añoranza como causa y la miseria como herramienta, y sin haberlo pensado alguna ocasión asumen el rol del ama de casa encerrada, limitada, amenazada y obligada a no expresar queja alguna porque han tenido que zurcir diez veces la misma prenda nada más para dejar satisfecho a su cónyuge verdugo.

Contraer al aparato burocrático bajo justificaciones de austeridad agobiante pensando que el estado se puede seguir gobernando con saliva y pulque, es una sonora arbitrariedad que despoja a muchos de la pequeña parte del pastel a la cual tiene derecho.

Aun peor, dejar a muchos sin comer para dar demasiado a pocos muestra el proyecto original de esa oligarquía constituida por un puñado de terratenientes que, sin rubor despojaron de sus tierras a los indios y luego, los aceptaron como esclavos en las áreas otrora dominadas por ellos.

De no haber sido por el activismo rebelde de personajes como Natalia Teniza, el gusto de los terratenientes a costillas de sus acasillados no habría conocido límite.

Así comenzó la disputa por la tierra.

Y la camada de activistas siguió. Llegó Rosalía Peredo Aguilar y algo logró. Pero lo pasó lo que al Partido Comunista de la ex Unión Soviética: engordó, enriqueció y de luchadora social pasó a tipa rica y poderosa, igual a los que combatió en algún momento de su vida.

Su ausencia se siente.

Hoy, los despidos masivos son la factura que un representante de los terratenientes presenta al estado, con intereses sobre intereses, y hasta con el gozo de ver en la miseria a miles de familias que, para él, nunca debieron dejar de ser esclavos.

Esas familias tuvieron la oportunidad de la preparación.

Y sus hijos se hicieron profesionistas, capaces e inteligentes. Y no vendieron su dignidad a los terratenientes hacendados. Pero han sido debilitados, desplazados, bajo la ira justificada de un plan de austeridad. ¿Para qué? Los ahorros, o supuestos ahorros por tantos despidos, no han hecho mejor al estado. Han hecho torpes a las dependencias, escasos a los policías, agresivos a los uniformados en la élite trepada en helicópteros, apuntando con armas amenazantes a quien se le ocurra que puede ser una amenaza para el buen desempeño del estado y su extraordinario gobierno.

La historia quedó trunca. Dejó de haber contrapesos. A los diputados los compraron. Y ellos, testigos de la crisis en puerta, se vendieron. Se acostumbraron a la buena vida. Los magistrados se pusieron de parte de los adinerados y, hasta liberan a proxenetas confesos en plena lucha nacional contra la trata de personas, argumentando deficiencias del ministerio público en la conformación de las averiguaciones previas.

El gobierno es joven. No son yerros los que comete, es la venganza por haber quitado infinidad de hectáreas a los terratenientes hacendados. Y como las luchadoras sociales ruedan de panzonas, quedamos al desamparo, del crimen organizado, de los criminales que laboran en el Tribunal, que engordan como cerdos en el Congreso, que se burlan desde sus trincheras en el ejecutivo.

Eso está quedando de mi estado tras aquella decisión de 2010.

El otro factor de equilibrio, Beatriz Paredes, tuvo su premio de consolación tras perder la oportunidad de ser candidata. Y nos deja. Se va a Brasil como embajadora.

Quedamos en pésimas manos.

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